En los hogares donde los gritos son recurrentes, los niños tienden a desarrollar una baja autoestima e índices más altos de depresión. Un estudio de 2014 publicado en The Journal of Child Development comprobó que gritar produce en los niños secuelas similares al castigo físico: altos niveles de ansiedad, estrés, depresión y un aumento de los problemas de conducta.
Carta a un joven español
Querido joven español: Quien esto escribe es también joven, como tú. Tenemos menos de 35 años, hijos pequeños, hipoteca, estudios universitarios y luchamos por labrarnos, como tú, un futuro profesional en España. Sirva esta pequeña ‘descarga personal de...