En los hogares donde los gritos son recurrentes, los niños tienden a desarrollar una baja autoestima e índices más altos de depresión. Un estudio de 2014 publicado en The Journal of Child Development comprobó que gritar produce en los niños secuelas similares al castigo físico: altos niveles de ansiedad, estrés, depresión y un aumento de los problemas de conducta.
Javier Royo, psicólogo: “Ante una situación de policonsumo de sustancias en adolescentes los padres tienden a la incredulidad»
Los casos de ansiedad, depresión y trastornos de conducta alimentaria en la población juvenil han aumentado tras la pandemia, junto al consumo de sustancias tóxicas. Las familias pueden percibir que el menor tiene un problema porque empieza a expresar irritabilidad o...