Hace unos meses que los clientes del bar de la esquina han empezado a decirle a Laura lo guapa que está. Ella suda frío. No sabe si la piropean porque ha engordado un par de kilos y se ve mejor o porque la han visto en un vídeo, desnuda, masturbándose. Laura, de 51 años, pide que no se publique su verdadero nombre porque vive en un estado de paranoia y miedo desde que decidió acabar con su novio en febrero.
La loca secta que intentó destruir la Familia
Un grupo de terapeutas radicales reunió en los 70 a un centenar de personas en Nueva York, les quitó a sus hijos y les sometió a un control delirante durante décadas. Un libro cuenta su desconocida historia.