Hemos traspasado a nuestros hijos las cotas de bienestar más elevadas jamás vistas en el mundo occidental. Pero los adolescentes de hoy, con sus pasaportes atestados de sellos, con sus tres horas de guitarra a la semana y un armario de zapatillas de deporte que usted de crío ni soñó, no parecen mostrar las aptitudes necesarias para coger las riendas de las empresas, mercados y gobiernos del mundo. Ni lo que es más importante: el timón de sus vidas. Ya se habla de una Generación de cristal.
Julio de la Iglesia, experto en gestión del miedo: “La sobreprotección es el intento de evitar que los hijos sufran, pero impide que crezcan”
En sus encuentros con jóvenes de entre 14 y 22 años lanza un mensaje que cala: “Todos tenemos algo especial. Un talento, una fortaleza, un valor que no depende de las notas, ni de las opiniones de otros, ni de los likes”.