Adrián Cano. Psiquiatra. Director de la Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar de la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra.
Este resumen de la ponencia se basa en apuntes tomados durante la misma y tiene una finalidad meramente informativa, que de ningún modo pretende ser exhaustiva ni agotar su contenido.
Técnicamente no es lo mismo estar deprimido que tener una depresión. Se sabe que el 20% de las personas que acuden al médico de familia lo hacen por sentirse tristes, desanimadas, con ganas de llorar, con pocas fuerzas para afrontar los retos del nuevo día, aquejadas de dolores de incomprensible origen o sentimientos de impotencia e inutilidad; pero también tenemos la experiencia de que, en unas horas o pocos días o incluso ante la aparición de una buena o agradable noticia, nuestro estado de ánimo cambia.
Al paciente que tiene una depresión no le sucede lo mismo. Ante un Episodio Depresivo Mayor (EDM) le fallan las fuerzas, se siente triste, apagado, fatigado, conmovido por cualquier evento desgraciado del mundo, con ganas de llorar y sin querer ver a nadie. Siente insuficiencia y desesperanza, quiere estar solo, acostado, sin perturbaciones ni estímulos sensoriales, sin apetito y con el sueño roto. Además, no puede desempeñar con normalidad su trabajo habitual y se ven afectadas las relaciones sociales, conyugales y familiares.
En estas circunstancias se encuentran actualmente entre 150 y 250 millones de personas en todo el mundo. Es el trastorno mental más frecuente en España, y la Organización Mundial de la Salud la considera como la principal causa de discapacidad. Se sabe que, en la actualidad, un 4,5% de los varones españoles y el 9% de las mujeres padece un ‘trastorno depresivo mayor’ (TDM), mal que se asocia cada vez más a diferentes factores psicosociales relacionados con el aumento de la esperanza de vida, el consumo de sustancias e incluso la pérdida de los valores individuales. A pesar de todo, todavía el trastorno depresivo continúa presentándose a etapas tempranas de la vida. La media de edad son los 40 años.
Respecto a las causas, por un lado existen diferentes factores biológicos, pero cada vez más cobran mayor importancia los factores psicosociales. Desde los estudios neuroquímicos llevados a cabo durante las últimas décadas del siglo pasado se conoce que varios neurotransmisores como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina desempeñan un papel determinante en la aparición de la sintomatología depresiva.
Los factores etiopatogénicos psicosociales pueden dividirse en dos grandes grupos: los que están relacionados con situaciones estresantes para la persona y los relacionados con el soporte social. Se sabe que el riesgo de padecer un trastorno depresivo se multiplica por tres si existe un ‘acontecimiento vital estresante’ (AVE) en los seis meses previos al inicio de la sintomatología.
La depresión provoca alteraciones de la comunicación en el ámbito conyugal y familiar, alteraciones de las relaciones sociales y aumento de las dificultades en la resolución de problemas. Del mismo modo, una mala relación conyugal puede aumentar entre 10 y 25 veces la probabilidad de padecer un trastorno depresivo mayor. Sin embargo, la asociación de un cuadro psicopatológico depresivo e insatisfacción conyugal puede aumentar hasta un 70% el riesgo de separación matrimonial. Se conoce que el grado de satisfacción en el matrimonio empeora tras los primeros diez años, aunque esta cuestión depende, entre otros factores, del patrón familiar, los hijos, la situación económica de la familia, la capacidad de comunicación del matrimonio, etc. Tres factores tienen especial importancia en la satisfacción del matrimonio, las características personales de los cónyuges, ciertos acontecimientos estresantes que pueden poner en riesgo la estabilidad conyugal y las habilidades de las que disponga el matrimonio para resolver sus problemas.