D. Juan Pardo de Santayana. Máster en Educación Afectivo-Sexual. Presidente de la Fundación Gift and Task.
Este resumen de la ponencia se basa en apuntes tomados durante la misma y tiene una finalidad meramente informativa, que de ningún modo pretende ser exhaustiva ni agotar su contenido.
Uno de los términos más “ambiguos” hoy en día es, sin duda, el de sexualidad. Esto ocasiona no pocos problemas a las personas ya que, a diferencia de muchos otros términos a los que les ocurre esto mismo en nuestros días, la sexualidad afecta totalmente a las personas, en todos los ámbitos y aspectos de su vida. Ser persona humana implica pertenecer a uno de los dos sexos: hombre o mujer. Somos hombre o mujer y, por lo tanto, todo lo que hacemos, pensamos o sentimos, lo hacemos como hombres o como mujeres.
Esta afirmación es discutida hoy en día por la ideología de género que diferencia el sexo biológico del género, que sería una construcción lingüística y cultural. Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual masculino, homosexual femenino, bisexual y transexual.
El despertar de la sexualidad es clave en el momento evolutivo de la adolescencia ya que hace que la persona se experimente a sí misma de una forma nueva, y esto tiene una repercusión sobre la comprensión de sí mismo y de los demás. Esta experiencia favorece la formación de un espacio necesario para la adquisición de la identidad que es la intimidad. Contra lo defendido por una concepción dualista de la persona, en este momento queda claro que el cuerpo expresa a la persona y sirve de vehículo privilegiado para el encuentro de la persona consigo misma.
En este proceso es fundamental el desarrollo del dinamismo afectivo en la persona. La afectividad se va formando desde el nacimiento, primero a través del apego y después por la educación que va iluminando las experiencias de la persona, ayudándole a reconocer el bien de forma práctica. Con la adquisición de la identidad la persona empieza a estar en disposición de reconocer y elegir a otra persona como fin de sus acciones pudiendo discernir entre el “bien de la persona”, como bien verdadero, y los “bienes para la persona” como medios para construir una vida plena. En este discernimiento juega un papel definitivo la afectividad como estructura de conocimiento.
Algunas de las consecuencias sociales que puede ser interesante considerar, de acuerdo a la temática de la Jornada, son las siguientes: el pansexualismo, el analfabetismo afectivo y la conformación de la persona como un ser utilitario emotivista.
Parece interesante además alertar sobre las consecuencias de enfocar los temas relativos a la sexualidad exclusivamente desde la perspectiva de ser una fuente de problemas, ya que contribuye a poner el énfasis de las intervenciones en la prevención técnica de dichos problemas o en la solución de sus consecuencias. Es imprescindible tener presente el problema de la pérdida del significado de la sexualidad que conduce a la incapacidad de las personas para comprender el sentido de la propia vida y por lo tanto de construir relaciones interpersonales sanas. Arrojar luz sobre la sexualidad como fuente de significado nos puede ayudar a comprender mejor el origen de algunas de las situaciones que se exponen en esta Jornada y contribuir a que las personas encuentren una fuerza que les ayude a comprender el sentido de su vida.