Este resumen de la ponencia se basa en apuntes tomados durante la misma y tiene una finalidad meramente informativa, que de ningún modo pretende ser exhaustiva ni agotar su contenido.
La adolescencia es la etapa de la vida que constituye el periodo de transición entre la pubertad y el estadio adulto del desarrollo. La OMS la define como el periodo de la vida en el cual se adquiere capacidad reproductiva, cambian los rasgos psicológicos de la niñez y se consolida la independencia socio-económica. Su comienzo es hacia los 12-13 años y está caracterizado por cambios individuales y sociales, que culminan cuando se alcanza la maduración psicosocial.
Los adolescentes presentan unos indicadores de morbilidad y mortalidad bajos si se comparan con otras franjas de edad. Aún así, la morbi-mortalidad en ellos ha experimentado un profundo cambio en las últimas décadas lo que ha llevado a hablar de una crisis de salud en esta población, corriendo el riesgo de sufrir enfermedades y trastornos que pueden condicionar decisivamente su salud y su vida. La importancia de estos problemas no sólo se puede medir en términos del número de afectados, sino que la magnitud de sus consecuencias derivan en gran medida del hecho de que afectan a una población con una larga expectativa de vida productiva.
Pero no sólo ni principalmente sufren patología «física» sino que experimentan un alta prevalencia de trastornos mentales (10-20% según estudios). El trastorno mental más frecuente en los adolescentes es la depresión. Los estudios de investigación han indicado que alrededor de 5% de los niños y hasta un 8% de los adolescentes de Estados Unidos sufren de depresión.
Otro de los trastornos en auge en la población adolescente es el de la conducta antisocial. La conducta antisocial se define como cualquier conducta que refleje infringir reglas sociales y/o sea una violación de los derechos básicos de otras personas.
Respecto a los trastornos de la conducta alimentaria, su aparición se relaciona con el hecho de que el adolescente, sobre todo en su primera etapa, se interesa por su desarrollo físico y se tiende a comparar con otros. En muchas ocasiones los jóvenes no se encuentren satisfechos con los cambios que su cuerpo ha experimentado. La moda, los medios de comunicación, la publicidad y muchos otros factores socioculturales, contribuyen a que la delgadez corporal se asocie a prestigio social, autoestima alta, belleza, elegancia, aceptación social, estar en forma, búsqueda de perfección y juventud. Esta sistemática asociación es lo que ha hecho que la delgadez se convierta en un fin en sí misma, en un valor.
Otra de las razones fundamentales que justifican la necesidad de intervención específica en la adolescencia es precisamente la alta prevalencia de comportamientos de riesgo (consumo de tóxicos y comportamiento sexual fundamentalmente), que están interrelacionados.
Mujeres y varones mantienen relaciones sexuales a edades cada vez más tempranas. Y cuanto más precozmente lo hagan, mayor será el riesgo del embarazo. Alrededor de ocho de cada diez jóvenes en 2008 afirman haber mantenido relaciones sexuales: un 78% han tenido relaciones con penetración y un 5% relaciones sin penetración.
Toda esta problemática en la población adolescente hace aconsejable un cambio fundamental en los servicios de salud dirigidos a los jóvenes. Además de atender a sus consultas por episodios de enfermedad, es necesario dar un mayor énfasis al desarrollo de estrategias de prevención 1ª y 2ª de las actuales amenazas para su salud.