Arturo Canalda. Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.
Este resumen de la ponencia se basa en apuntes tomados durante la misma y tiene una finalidad meramente informativa, que de ningún modo pretende ser exhaustiva ni agotar su contenido.
El maltrato infantil afecta a niños y niñas de todas las clases y entornos sociales, aunque los factores de riesgo que se dan en unos u otros contextos, puedan asociarse más con unas u otras tipologías de maltrato. Así, en contextos sociales más desfavorecidos, es más frecuente que se comprometa la capacidad familiar para ofrecer cuidados básicos y se den más situaciones de negligencia. En entornos sociales más aventajados, se pueden dar factores de riesgo de otra índole, derivados de estilos educativos demasiado rígidos o exigentes, de la utilización del castigo físico como método educativo, de la falta de tiempo de dedicación, acompañamiento y supervisión de los hijos, por situaciones que generan momentos de tensión y conflicto familiar, por separaciones conflictivas en las que los niños corren el riesgo de ser utilizados como arma arrojadiza entre la pareja, etc.
En estos casos, las familias, si no solicitan ayuda, quedan atrapadas en estas dinámicas de relación disfuncional, cuya conflictividad va en aumento, cronificando el problema y agravándose día a día el impacto que tiene para todos los miembros. A veces se detecta cuando la exposición continuada a este trato ha dejado en el niño, secuelas en su desarrollo personal y social que requerirán tiempo para remitir.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que en ocasiones la conflictividad familiar se manifiesta en situaciones de maltrato de los padres por parte de los hijos. La cifra estatal de denuncias de padres contra hijos por amenazas y violencia física, ha aumentado de un modo significativo en los últimos cuatro años (un 27%), si bien en algunas Comunidades Autónomas la incidencia ha sido aún mayor (Valencia y Cataluña).
En muchos casos la situaciones de riesgo en la infancia son favorecidas por la escasa supervisión que los padres hacen de sus hijos y por la perdida de relación y comunicación en las familias. Asistimos a los que muchos expertos han dado en llamar el «hogar vacío», como consecuencia de la salida del mismo de todos sus miembros. Es necesario y urgente buscar fórmulas que contribuyan a propiciar ese aumento en el tiempo de relación entre padres e hijos de forma cotidiana, como base de una sociedad mejor, más equilibrada y, sobre todo, favorecedora de patrones de convivencia saludables.
En este sentido, las condiciones laborales implican también que los menores pasen solos demasiadas horas al día, dedicados a actividades poco constructivas, generalmente relacionadas con las llamadas niñeras electrónicas. Es un dato constatado que los niños y adolescentes pasan demasiado tiempo sentados frente a distintas pantallas sin el control adecuado de los padres. La televisión, por su parte, ofrece programas de escasa calidad y adecuación en el horario infantil (de 6 de la mañana a 10 de la noche) y los menores tienden a verla en solitario la mayor parte del tiempo. Y los videojuegos a los que acceden no son, con frecuencia, adecuados a la edad y al momento evolutivo del menor por los contenidos que presentan. En cuanto a Internet, es una herramienta muy útil y beneficiosa, pero no está exenta de riesgos para niños y adolescentes.
En cuanto a las situaciones de riesgo derivadas del uso y abuso de drogas, hemos de tener en cuenta en primer lugar que este es un fenómeno muy complejo, en el que no se puede identificar una sola causa determinante, existiendo un gran abanico de factores que contribuyen al problema, influyen en el consumo y facilitan que se instauren comportamientos problemáticos y dependencia.