Cuando la vida nos pone del revés hay que estar preparado para cambiar de papel y también para aceptar que casi nada dura eternamente, que tanto la salud como las relaciones humanas se desgastan, se erosionan. Solamente el amor grande de los cuidadores, su valiente humanidad y su generosa dedicación perdura y traspasa todas las generaciones en todas las familias, más allá de las casas, las residencias, los hospitales, los cementerios y las ciudades.
Los niños del Covid: el trauma familiar que la economía y los datos no nos dejan ver
"En la sociedad actual, tenemos hijos porque hay abuelos. No hay otra elección que convertir a los abuelos en padres y madres vicarios. Muchos de esos abuelos pasan más de 40 horas semanales con sus nietos, literalmente una semana laboral. Esta crisis es un golpe a la...