En general es muy difícil practicar la empatía, es decir, ponerse en el lugar de otro. Es más, pocas personas lo consiguen de verdad. Una de las cosas más dolorosas a las que se puede enfrentar un ser humano es perder un hijo. Bien es cierto que puede parecernos que no es comparable la muerte de un hijo con diez años, con todas las vivencias, recuerdos, olores, sensaciones y anécdotas, que la muerte del no nacido, es decir, un aborto espontáneo. Sin embargo no hay que banalizar ese dolor, ese sufrimiento. Quién ha sufrido un aborto espontáneo sabe que el dolor es suyo y puede sentirse la persona más desgraciada y desdichada del mundo por tal pérdida.
«El miedo que veo en muchos niños es el reflejo del que sienten sus padres»
Unos temores que «en la inmensa mayoría de esos niños es el reflejo del miedo del padre o de la madre. Son padres que han desarrollado mucho miedo a salir, miedo al contagio, a la enfermedad y que sin darse cuenta lo han proyectado en sus hijos». «Los niños lo...