Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que a los niños no se les hacía demasiado caso. Sin ir muy lejos, la abuela de quien escribe, cuando un nieto o nieta se ponían pesaditos, recomendaba actuar ante ellos: “Como si fueran muebles”. Una mesa, una silla o un armario. Ignorarlos hasta que se les pasara la rabieta o dejaran de dar a lata. El “ya encontrarás algo para hacer” era asimismo otra respuesta habitual al clásico “me aburro”. Se consideraba que el distraerse era tarea de los niños, no de los padres, y que uno era capaz de hacerlo solo.
A vueltas con la conciliación familiar
Un pequeño huracán está barriendo la estampa social española con suficiente fuerza como para que los ciudadanos estén alerta con estos aires que nos cercan cada vez más, ahogándonos en la impotencia. Hay situaciones institucionales, políticas, económicas, sociales y...