Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que a los niños no se les hacía demasiado caso. Sin ir muy lejos, la abuela de quien escribe, cuando un nieto o nieta se ponían pesaditos, recomendaba actuar ante ellos: “Como si fueran muebles”. Una mesa, una silla o un armario. Ignorarlos hasta que se les pasara la rabieta o dejaran de dar a lata. El “ya encontrarás algo para hacer” era asimismo otra respuesta habitual al clásico “me aburro”. Se consideraba que el distraerse era tarea de los niños, no de los padres, y que uno era capaz de hacerlo solo.
Los políticos temen pedir a los votantes que tengan más hijos
No son pocas las voces que alertan sobre la “peligrosa” evolución de la demografía en nuestro país. Existe un dramático déficit de nacimientos, mientras la población está cada vez más envejecida. Y las perspectivas no son nada halagüeñas.