Cuando una piensa en aquellas épocas de la historia en las que el matrimonio era para siempre, pasara lo que pasara, cuesta creerlo. Si el amor moría, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre, y a tragar. Si el marido era violento, dictador y tirano, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre, y ni siquiera se investigaba la situación. Si la mujer era una acosadora psicológica, no importaba: el dedo acusador señalaba para siempre. Con lo cual se llegaba a verdaderas tragedias familiares y mucho sufrimiento.
Papá, un Superman de andar por casa
Padres en tiempos de cambio. Llevan a los niños al pediatra, cambian pañales y se comen a sus hijos a besos. El cambio de actitud de los jóvenes padres españoles no afecta, según los expertos, a la idealización que les profesan sus hijos, como tampoco lo hace el...