Exagero poco, diciendo eso. Y aún me atrevo a añadir que, sin las familias, el Estado no existiría; las familias son su verdadero origen y cabe que sean víctimas propiciatorias del mismo Estado si este pierde el sentido metafísico de su existencia porque, si no se funda en ellas, arriesga su misma continuidad.
¿No escuchan los adolescentes, o no nos sabemos comunicar?
Más allá de que la adolescencia tenga una imagen pública de fase “complicada”, en la que hijos, nietos o sobrinos se transforman de dulces niños a jóvenes huraños, lo cierto es que la falta de comunicación efectiva entre los jóvenes y los adultos es un problema...